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¿Qué diferencia una botella de un atracador? 0


Miguel Alejandro Martinez
La verdad siempre he pensando que hay que tener el corazón muy duro para tomar lo que es de otro-a, o tal vez andar bien perdido en la vida; quizás es la falta de oportunidades o una enfermedad. Si ser ladrón fuese una enfermedad, y tuviera que ponerle un nombre, la llamaría: “la enfermedad de no pensar en el otro”.
Siempre me he preguntado ¿qué le pasará por la cabeza a un atracador o a un corrupto? ¿que tanto tiene que haber vivido alguien para llegar al punto de violentar el derecho individual o el de un grupo de personas para quitarles lo que es de su propiedad?
Y quiero llevar este escrito, pensando en los que roban mes por mes, con fecha fija, con depósito automático a sus cuentas ¿que los diferencia de un atracador? ¿a qué nivel de la corrupción podrían entrar?
Retomando la reflexión de la enfermedad, pienso que quienes tienen una botella sufren de síntomas más profundos, en donde el que roba no cree que roba, o por lo menos piensa que no lo hace. Al ser mes por mes y hasta con doble sueldo, pasa a ser un robo crónico, donde tanto la víctima como el victimario la hace parte de su ser, como si fuera algo normal, como si fuera un mal necesario. Si tuviera que ponerle nombre, a los que tienen botellas, los llamaría: “enfermos crónicos de no pensar en el otro”. ¿Y qué los diferencia? ¿qué diferencia una botella de un atracador? Porque ¡rayos! hay que estar bien cargado de indiferencia, egoísmo, ambición, avaricia, maldad y oportunismo para poder aceptar una botella, todos los meses la evidencia del cobro del trabajo no realizado como prueba del crimen, un crimen mucho más avanzado al de un atracador. Este requiere de mucha lambonería y corazón duro para olvidarte cada mes lo desgraciado que eres y estar cobrando del dinero de otro-a lo que corresponde a salud, educación, agua, vivienda, seguridad, orden, ¡Instituciones!.
O tal vez creerán que sí, que piensan que hay una deuda mayor de una sociedad que le ha negado todo y es su oportunidad de recuperar lo perdido. O quizás como dicen los-as “compañeritxs”, el premio de campaña, el botín de guerra, la gran vida que me merezco. O el clásico, esto siempre ha sido así, ahora es mi turno. Claro, a costa de otros-as. Este es momento de comenzar a combatir la enfermedad y creo que uno de los medicamentos es la exposición pública. La condena social. Confrontarlos, cerrarles los círculos sociales, exponerlos en círculos públicos y familiares, porque siendo muy honesto con ustedes, no vale la pena compartir un espacio con alguien que recibe una botella.
Entre los muchos que sabemos que hay, un señor de la República Dominicana viene sufriendo la enfermedad crónica de no pensar en el otro: William Ernesto Sifres Núñez. El mismo fue nombrado por decreto presidencial como viceministro de Educación, encargado de la Dirección General de Edificaciones Escolares el 27 de febrero del año 2011  y removido luego del cambio de la Ministra de Educación Josefina Pimentel al Carlos Amarante Baret en julio del 2013. Desde entonces el señor William Ernesto Sifres Núñez sufre de la enfermedad crónica de no pensar en el otro y cobra un salario 136,211.69 sin trabajarlos. El está enfermo y esta enfermedad tiene como consecuencias la incorrecta utilización de los fondos públicos y todo esto, al final se transforma en pobreza y desigualdad. Se puede verificar en la nómina del MINERD, pagina 50: http://somospueblo.com/wp-content/uploads/2019/05/NOMINA-ADMINISTRATIVA-MINERD-ABRIL-2019-.pdf
Este es un secreto a voces en el Ministerio de Educación. Como el hay muchos enfermos, regados por todas las instituciones públicas y si las autoridades no hacen lo que corresponde, aplicarle la condena social es la primera de las soluciones. La República Dominicana es un país lleno de enfermos que no piensan en el otro y si no avanzamos con la eliminación de la enfermedad, estaremos condenados a seguir siendo de los primeros en pobreza, corrupción y desigualdad.
Posdata: tal vez no queda claro para muchos, sin embargo quien padece de la enfermedad crónica de no pensar en el otro es un ladrón, un corrupto, y esta enfermedad debe de traer consecuencias a quien la padece. Me atrevo a describirla como una enfermedad porque esta se viene expandiendo de tal manera que es parte de lo cotidiano y la misma está tan arraigada que no podemos ver a quien la tiene como un enfermo, un corrupto. Me atrevo a llamarla enfermedad porque parte de las víctimas aspiran ser victimarios y otra gran parte, siendo víctimas, la asumen como algo normal.
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