La orden del MINERD y la desigualdad entre hombres y mujeres
Pavel Isa
Recientemente, el Ministerio de Educación de la República
Dominicana (MINERD) emitió una orden departamental que manda a diseñar e
implementar una política de género en la educación preuniversitaria. La orden
no hace más que responder a un mandato de la Constitución de la República que
en su artículo 63, numeral 13, establece que en todas las instituciones de
educación pública y privada serán obligatorias las instrucciones en la
formación social y cívica, y la enseñanza de la Constitución y de los derechos y
garantías fundamentales. Entre éstos se encuentra, claro está, el derecho a la
igualdad y a la misma protección y trato sin discriminación por razones de
género o de otro tipo consignado en el artículo 39.
La orden es también es consistente con ley
1-12 de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 la cual indica las políticas
transversales que deben ser incorporadas en todos los planes, programas y
proyectos, e incluye entre ellas el enfoque de género “a fin de identificar
situaciones de discriminación entre hombres y mujeres y adoptar acciones que
contribuyan a la equidad de género”.
Patriarcado y machismo
La sociedad dominicana es patriarcal y machista. Que sea patriarcal significa que tiene una organización social en la que hay una distribución desigual del poder entre hombres y mujeres, en la que los hombres tienen preeminencia sobre las mujeres en términos de autoridad, liderazgo, privilegios y control sobre los recursos. Que sea machista significa que ese orden social está fundamentando en una ideología que promueve un conjunto de valores, actitudes y prácticas que justifican el orden patriarcal en el que hombres y mujeres tienen roles sociales distintos y específicos organizados jerárquicamente, de tal forma que los hombres detentan el poder y las mujeres tienden a ser ubicadas en posiciones de subordinación.
La sociedad dominicana es patriarcal y machista. Que sea patriarcal significa que tiene una organización social en la que hay una distribución desigual del poder entre hombres y mujeres, en la que los hombres tienen preeminencia sobre las mujeres en términos de autoridad, liderazgo, privilegios y control sobre los recursos. Que sea machista significa que ese orden social está fundamentando en una ideología que promueve un conjunto de valores, actitudes y prácticas que justifican el orden patriarcal en el que hombres y mujeres tienen roles sociales distintos y específicos organizados jerárquicamente, de tal forma que los hombres detentan el poder y las mujeres tienden a ser ubicadas en posiciones de subordinación.
El resultado no es sólo que los hombres
tienen más poder que las mujeres sino también que tienen más oportunidades de
autorrealización y disfrutan de mayor bienestar en la mayoría de las dimensiones
de sus vidas. Este artículo ofrece evidencia estadística de ello. La orden
tiene el propósito de contribuir a revertir la cultura machista a través de la
educación, por lo que debe ser aplaudida y apoyada. El Ministerio, sin lugar a
duda, ha hecho lo correcto.
Desigualdad en el trabajo
Primero, las mujeres participan mucho menos
en el mercado de trabajo que los hombres. Eso está asociado a la idea machista
de que las mujeres deben quedarse en el hogar, cuidando la casa, a los hijos e
hijas y a las personas mayores, y que el ámbito del trabajo remunerado
pertenece a los hombres. Esa idea se ha ido debilitando, en parte porque las
restricciones económicas han obligado a las mujeres a salir al mercado de
trabajo, pero todavía persiste.
Mientras en el caso de los hombres de 15
años o más casi ocho de cada diez participan en el mercado de trabajo, teniendo
un trabajo, buscándolo o interesado en trabajar, en el caso de las mujeres la
proporción es notablemente menor: sólo cinco de cada diez. Igualmente, según datos
de ENDESA de 2013, en ese año, la probabilidad de que una mujer tuviese un
empleo era notablemente mayor (62%) si ésta estaba separada o divorciada que si
estaba casada o unida (49%).
Segundo, las mujeres tienen menos
oportunidades laborales que los hombres, a pesar de que tienen más escolaridad.
En efecto, el desempleo afecta mucho más a las mujeres que a los hombres. Datos
del Banco Central de 2018 indican que, entre las mujeres, la desocupación
abierta es dos veces y media más alta que entre los hombres (8.8% contra 3.5%).
La desocupación abierta es el concepto más restringido de desempleo y es el
porcentaje de personas que buscan activamente empleo y no encuentran. Usando un
concepto de desempleo más amplio que incluye a los abiertamente desempleados y
a los que trabajan pocas horas, entre las mujeres la desocupación es casi el
doble que entre los hombres (14.7% contra 7.7%). Por su parte, el desempleo
ampliado entre las mujeres, que incluye a aquellas que no encuentran trabajo y
a quienes no buscan porque no tienen expectativas de encontrarlo
(desalentadas), es 2.7 veces más alto que entre hombres (17.5% contra 7.5%).
Por último, usando el concepto más amplio de desocupación que incluye las
personas que no encuentran trabajo, que están desalentadas y que trabajan pocas
horas, también las mujeres se quedan muy atrás. Su tasa de desempleo es casi
2.2 veces la de los hombres (22.9% contra 10.6%).
Tercero, el machismo también segmenta el
mercado de trabajo, asignando trabajos específicos distintos a hombres y
mujeres. La mayoría de los trabajos que tienen que ver con cuidados (por
ejemplo, enfermería y cuidados de salud, enseñanza o servicios domésticos), son
“trabajos de mujeres” porque se asocian al rol tradicional asignado a ellas por
la sociedad machista. Además, muchos de ellos están pobremente remunerados.
En la República Dominicana, en 2018, más
del 13% del total de empleos de las mujeres, cerca de 240 mil, era en el
servicio doméstico. En el caso de los hombres fue sólo de 0.7%, unos 18 mil
puestos. De igual forma, mientras 118 mil de los hombres trabajando ocupó la
posición de patrono o socio, equivalente a 4.3% del total, el número de mujeres
que ocupó ese tipo de posición fue de apenas algo más de 30 mil (1.7% del
total).
Cuarto, como lo muestra la ENDESA 2013, la mayoría de las mujeres (65%) reciben ingresos laborales menores a los de los hombres, aún en el caso de igual calificación.
Cuarto, como lo muestra la ENDESA 2013, la mayoría de las mujeres (65%) reciben ingresos laborales menores a los de los hombres, aún en el caso de igual calificación.
Desigualdad en el hogar
Una de las dimensiones más claras de la
desigualdad entre hombres y mujeres es la que tiene que ver con la carga de
trabajo en el hogar. Esta descansa mucho en las mujeres. De allí que se hable
de la doble jornada laboral que enfrentan las que trabajan por un ingreso,
porque además de tener que dedicar horas al trabajo que le permite generar ingresos,
tienen que dedicar otras más al cuidado del hogar, cosa que pasa mucho menos
entre los hombres.
Datos de la ENHOGAR 2016 muestran que las
mujeres trabajan 2.4 veces más horas en el hogar que los hombres, y que las
distancias son mayores mientras más pobre es el hogar. Más aún, la ENHOGAR 2014
encontró que casi el 9% de las niñas entre 5 y 17 años hacía trabajo infantil,
mayormente quehaceres del hogar, dedicando un elevado número de horas a la
semana a ello.
Desigualdad en la posesión de riqueza
La ENDESA 2013 también ofrece datos de la
poca riqueza que poseen las mujeres, a pesar de que tienen, nominalmente, los
mismos derechos legales. Aunque no recoge datos de la que poseen los hombres
para fines de comparación, los números que ofrece son elocuentes. En ese año,
sólo el 9% de las mujeres poseía una vivienda de manera individual, y el 18%
poseía una vivienda de forma conjunta. El 70% no poseía vivienda, y el 92%
tampoco poseía tierra.
Violencia y salud
La misma encuesta encontró evidencia
contundente de la violencia a que se enfrentan las mujeres. Más de un cuarto de
ellas (26%) han sufrido violencia física alguna vez después de haber cumplido
15 años, el 10% había sufrido violencia sexual, de la cual el 82% fue
responsabilidad de su compañero actual o anterior, y el 35% había sufrido
violencia conyugal, principalmente asociada a mantener o ejercer control sobre
ella. Eso es producto directo de la cultura machista.
Una de las expresiones de violencia menos
visibles, pero de mayor impacto en la vida de las adolescentes es el matrimonio
infantil y las uniones tempranas, en ambos casos entre una adolescente y un
hombre adulto. En 2013, el 29% de las adolescentes entre 15 y 19 años, y el 10%
de las menores de 15 años estuvo unida o casada, y en 2014 el 37% de las
mujeres adultas dijo haberse unido o casado antes de los 18 años.
Pero, además, en la República Dominicana el
22% de las adolescentes entre 15 y 19 años ha estado embarazada alguna vez.
Existe fuerte evidencia de que esos embarazos les condenan, a ellas y a sus
familias, a la pobreza y la exclusión.
Hay un amplio consenso en que esos
embarazos se deben a la falta de información, conocimiento y acceso efectivo a
métodos de anticoncepción, para que éstas puedan ejercer de manera responsable
y segura su sexualidad. El sistema educativo, permeado por una cultura machista
que se traduce en restricción de derechos sexuales y reproductivos de las
jóvenes, ha tenido una grave responsabilidad en ello. La ordenanza está
destinada a revertir eso.
En síntesis, la cultura machista niega
oportunidades laborales a las mujeres, las sobrecarga con trabajo en el hogar,
contribuye a que tengan pocas riquezas, aúpa la violencia contra ellas,
justifica que las adolescentes se unan con hombres adultos, y limita que éstas
ejerzan su sexualidad de forma responsable.
Es responsabilidad del Estado y del
Ministerio de Educación contribuir a cambiar eso. La orden es un paso adelante.
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