Otra mirada a Ezra Pound, desde los ojos de Luesmil Castor
Por Luesmil Castor
¿Qué es la mirada, sino el apropiarse de la desnudez
de la otredad? Cuando tu miras, asumes la realidad del Ser y te asumes como ser
viviente que percibes, que sientes, que piensa y que construye tu imagen de lo
otro, del otro, de aquello que miras… y que, sin que tú lo percibas, también te
mira y te asume…y sin que te descuides…también te construyes al mirar .
Es eso lo que encontramos en un libro publicado bajo
el título de «Una mirada distinta al gran Ezra Pound», de Luesmil Castor
(L/c Editorial. Santo Domingo, R.D, 2018 ). No se trata de un análisis
literario sobre la poética de Ezra Pons, sino de una ponderación en torno
a la vida de este poeta maldito, el cual, desde su discurso innovador y
motinero, fijó su impronta en los cánones de la literatura mundial, por encima
de los sesgos ideológicos que aguijonearon su vida.
Como les aclaraba desde un principio, desde esta obra
no se procura el estudio estético-literario de Pons, sino que aquí, desde
un tratamiento abierto, se comentan varios de los contextos vivenciales y
referenciales vividos por este poeta de la vanguardia rompedora de patrones y
de preceptivas que restringian y que restringen el tegido plurisemántico del
poema.
Mucho, bastante, puedo hablar aquí sobre la poética y
la vanguardia de Ezra Pound; pero, como usted sabrá, mi compromiso es con el
discurso y el enfoque sostenido en este libro, de ahí estas observaciones, en
el sentido de tratarse de un organizado planteamiento periodístico, desde el
cual prevalece la información, la orientación al lector y el empeño en
esclarecer, desde la argumentación, el tinglaje situacional que rodeó el
atormentado vivir de Pound.
Se trata de un estudio documental, desde el cual,
primero, se aborda la juventud de este rebelde de la lengua y del pensamiento;
luego, se pasa factura a su errancia de trotamundos, para, finalmente, recoger
sus vínculos personales, parte de sus primeras producciones literarias y de su
labor como periodista, su floreciente fervor por la vida académica, su ímpetu
de gestor cultural y su experiencia como editor, dentro y fuera del naciente
imperio anglosajón, sin dejar de tocar su atormentada participación
político-partidaria, lo cual no ha podido sepultar las florecidas primaveras y
la densidad poética de su canto.
Son datos que, desde la sesgada mirada ideológica,
nunca podrán verse, ya que su «postura personal», su toma de partido y su
errónea decisión de firmar una carta junto con «Heil Hitler» y su paso hacia el
vacío, al comenzar a publicar en el periódico «Action», del fascista británico
Sir Oswald Mosley, han tratado de callar sus versos y silenciar su
acento, su ritmo y su armonía de «Volcán Solitario», como lo llamó John Tytell
(New York, 1987).
La importancia de esta obra reside en propiciar un espacio
para el conocimiento sobre la vida y la obra de Ezra Pound. Un poeta poco
conocido en nuestro país, del cual nada más han pretendido proyectar sus
sombras, las cuales quedan reducidas, ante una poética rítmica de imbatibles
soportes estéticos, color, olor, humanismo y transformación que fluye de manera
incesante en la literatura universal.
Ahí reside la importancia de esa obra en nuestra
contradictorio ambiente literario. Es una gran oportunidad para que en los
diferentes talleres literario nacionales, se empiece a discutir sobre la
poética de Ezra Pound y no sigamos repitiendo, como necias cotorra, lo que
algunos ciegos y dogmáticos han querido imponer sobre ese poeta vanguardista
que trascendió y que aún trasciende su espacio y nuestro tiempo, con inmortal
cordura.
Se le ha vendido como un «fascista», sin entender , de
manera racional, los motivos que empujaron a Pound a fijar su postura, ante un
naciente capitalismo y un imperio que todavía actúa como gendarme, amo y señor
del cosmos. Recordemos que se le apresó y se le trató como si fuese un vil
traidor a su patria, hasta empujarlo a la locura, pero esos hechos no han sido
suficientes, ni nunca lo serán, para silenciar su eufonía y opacar el torrente
indetenible de sus cósmicos aportes a la literatura mundial, por encima de su
ideología particular o personal.
Otro valor que subyace en este libro está en el hecho
de fijar un mensaje claro y preciso, en el sentido de que, por encima de
las banderas políticas de un autor, hay que justipreciar su obra, sus aportes,
sus creaciones estético-literarias, su poder de hacer brotar magia musical,
desde lengua.
Eso de referirse a un «sentenciado» y aislado por la
mirada imperial, a un tildado de traidor a la patria, como Ezra Pound, es más
que suficiente para que veamos en este texto un paso de avance en nuestro
ambiente académico y literario, donde lo personal y lo biográfico, aún siguen
prevaleciendo, por encima de la obra, porque de permanecer así, no tendríamos
el privilegio de justipreciar las obras de autores como Jorge Luis Borges y
como Mario Vargas Llosa, entre otros escritores que, hasta su respirar, se
encamina hacia la brújula de la derecha (?).
En un creador, una cosa es su obra y
otra es su acción individual. Toda obra habla por sí misma y trasciende al
autor. De ahí mi mirada de águila sobre esta mirada de Castor, ante la
presencia del ciclónico y eterno Ezra Pound.


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