Abril, cincuenta y cuatro años después
Rafael
Chaljub Mejía.
Se
cumplen cincuenta y cuatro años de la gloriosa revolución del 24 de abril y, al
recordar esa página gloriosa de nuestra historia, rindamos sentido tributo a
los héroes y mártires de la misma, y aprovechemos la ocasión para recordarle a la generación actual algunas de
las características que distinguieron ese singular acontecimiento.
¡Honor al coronel Francis Caamaño y todos los
militares constitucionalistas, que con insospechadas conciencia y dignidad, se levantaron desde el corazón mismo del poder
golpista y dieron inicio y continuidad al movimiento armado! ¡Honor al pueblo dominicano
que derrotó a los militares facciosos de San Isidro y con sobrada valentía resistió
con las armas en las manos la ocupación militar de las tropas norteamericanas y
de sus cómplices locales e internacionales!
Cabe
advertir de entrada, que el estallido revolucionario del 24 de abril fue el
punto culminante de un proceso ascendente que se venía gestando desde los
tiempos finales de la tiranía trujillista y que tuvo como antecedentes las
expediciones heroicas de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en junio de 1959; la
conspiración encabezada por Minerva Mirabal y Manuel Aurelio Tavares Justo –Manolo-,
que fue develada en enero de 1960; la muerte a tiros por obra de un grupo de
valientes del déspota Rafael Trujillo el 30 de mayo de 1961; el fallido
levantamiento armado del Movimiento Popular Dominicano –MPD-, en protesta
contra el golpe militar del 25 de septiembre de 1963; y la insurrección
guerrillera por el retorno a la constitucionalidad iniciada el 28 de noviembre
del mismo año por el Movimiento Revolucionario Catorce de Junio -1J4-, y en la
que el 21 de diciembre cayó mártir junto a muchos de sus compañeros el propio Manolo,
líder de ese movimiento.
EL
golpe a Bosch, desafió los anhelos progresistas y las esperanzas de redención
de nuestro pueblo, que no tardó en responder en protesta altiva contra el
régimen del Triunvirato, colocado en el Palacio Nacional por los golpistas.
Las
protestas que en los meses siguientes al cuartelazo descansaron principalmente
en la juventud estudiantil, se fueron generalizando, contaron con la
participación de los habitantes de los barrios y sobre todo con las acciones cada
vez más vigorosas de la clase obrera y
otros sectores trabajadores.
Ya
desde el ámbito político propiamente dicho, las principales fuerzas opositoras,
principalmente el PRD, el Partido Revolucionario Social Cristiano –PRSC- y el 1J4, el MPD y el Partido Socialista
Popular –PSP-, que eran las tres organizaciones de izquierda en esa época,
hacían una frontal oposición al Triunvirato.
La
consigna de retorno a la constitucionalidad sin elecciones se convirtió en
punto común de las fuerzas opositoras, influyó igualmente en las organizaciones
de masas, mientras las denuncias constantes de la represión y las demandas como
las de la amnistía para los presos y desterrados políticos, estrechaban el
cerco político de la dictadura golpista y la condenaban cada vez más a un mayor
aislamiento.
Otro
factor que contribuyó al desgaste político y moral del régimen y a la rebeldía
del movimiento opositor fue la corrupción prohijada por los golpistas. Porque la
situación llegó al extremo de que la Policía Nacional constituyó su propia
empresa, Policía Nacional CXA, se llamaba oficialmente y el general Belisario
Peguero Guerrero fue declarado por decreto Jefe inamovible y poco menos que
vitalicio de ese cuerpo.
Mientras
en la base aérea de San Isidro funcionaban las Cantinas Militares. Ambas
entidades exoneradas de impuestos, eran vías francas para el contrabando, que
beneficiaba a los altos mandos golpistas, pero para mayor aislamiento del
Triunvirato, provocaron la desafección
de gran parte de los grandes comerciantes que se veían afectados por una
competencia desleal desde el gobierno que ellos habían contribuido a
establecer.
Esas
prácticas corruptas incentivaron aún más la rebeldía de los militares patriotas,
los sensibilizaron para que la lucha democrática ganara su conciencia y para
que al llegar el momento se diera el
hecho singular de que fueran precisamente los cuarteles, el escenario de donde
surgiera el detonante que desencadenó la fuerza volcánica que derribó el
régimen golpista y con el empuje del pueblo y los militares constitucionalistas,
colocara al borde del colapso al sector militar faccioso de San Isidro.
Entonces,
el 28 de abril, el gobierno norteamericano de Lindon Jhonson ordenó la
ocupación militar que revirtió el triunfo de la revolución, salvó a las fuerzas
reaccionarias del desastre y frustró las posibilidades de que, con la vuelta al
gobierno legítimo y constitucional, el país volviera a encaminarse por la ruta
del avance democrático y progresista.
II
Son
muchas las enseñanzas que pueden aprenderse de aquel proceso y muchos los temas
que merecen ser tratados. Cuál fue el papel de la izquierda revolucionaria en
aquel episodio memorable al que se integró bajo el apremio de acontecimientos
que para la generalidad de su liderazgo le resultaban sorprendentes. Qué dicen
sus documentos principales en los meses previos al estallido, cuando el MPD
denunciaba el llamado contragolpe como una maniobra imperialista; el PSP llegó
a rechazar la consigna de retorno a la constitucionalidad sin elecciones y el
1J4, que, a pesar de los reiterados informes recibidos de que grupos militares
preparaban el derrocamiento del Triunvirato, nunca le dio suficiente crédito a
esos informes.
Pero
esa misma izquierda, sorprendida inicialmente por los hechos, se integró
rápidamente a la lucha armada, se constituyó en la más activa fuerza combativa,
la que con más firmeza se comportó cuando vino el desembarco y algunos sectores
políticos y militares se asilaron en las embajadas; fue esa misma izquierda, la
que más esfuerzos hizo por prolongar la guerra al interior, la que con su
sentido de la organización y la disciplina, contribuyó eficazmente a crear los
comandos constitucionalistas que, ya de por sí, aportan una experiencia muy
propia de la revolución dominicana, al crear al calor del combate de masas, un
órgano de poder popular distinto por a los de los comuneros de París en 1871 y
a los soviets de Lenin en la gran Revolución de Octubre de 1917.
Esa experiencia
merece analizarse, lo mismo que otros asuntos de no menos importancia. Cuál fue
rol de la izquierda en los tiempos previos y en el curso de la guerra misma. Cuál
su actitud y cuál su práctica después del fin de la guerra. Cuál fue su más
inmediata valoración de esa experiencia, la apreciación que hizo de la realidad
en que el movimiento quedaba y, en consecuencia, cuál actitud y cuáles métodos
de lucha asumió en medio de la situación impuesta por la presencia continuada
de los agentes norteamericanos de la “contrainsurgencia” y la imposición del
gobierno balaguerista en julio de 1966, que dio matiz de “legalidad” al triunfo
de la contrarrevolución que entonces vino por la revancha.
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