El calentamiento global y la política de seguridad nacional de los Estados Unidos ¿Alguien gana con el calentamiento global?
Michael Hudson
Observatorio de la crisis
El control del petróleo ha sido durante
mucho tiempo un objetivo clave de la política exterior de Estados Unidos. Los
acuerdos climáticos de París (y cualquier otro programa verde) para reducir el
calentamiento global es considerado una amenaza a los mercados energéticos
dependientes del petróleo que están bajo el control de Estados Unidos.
Como es fácil apreciar el poder
económico y, por lo tanto, político de la industria petrolera ha bloqueado toda
iniciativa para detener el cambio climático, estas empresas no solo obtienen
ganancias con la energía, también los obtienen con la contaminación plástica.
La fatal combinación de la “seguridad
nacional estadounidense” y el cabildeo de la industria petrolera están
amenazando con destruir el clima del planeta. El aumento del nivel del mar, de
la temperatura y las sequias se consideran simplemente un daño colateral en la
geopolítica del petróleo. En los últimos años el Departamento de Estado ha
destituido a los diplomáticos que se atrevieron denunciar el impacto negativo
del calentamiento global[1].
De hecho, la nueva Guerra Fría para
aislar a Rusia, Irán y Venezuela tiene como objetivo aumentar la dependencia
extranjera del petróleo estadounidense, británico y francés. Lo que están
haciendo los estrategas estadounidenses se “disciplinar” a los países que se
nieguen aceptar su hegemonía.
Con el objetivo de controlar el comercio
mundial de petróleo – y mantenerlo dolarizado – Estados Unidos derrocó al
gobierno iraní en 1953, invadió Irak en 2003, y ahora sanciona a Irán mientras
apoya a Arabia Saudita y a su legión extranjera wahabí en Siria, Irak y
Yemen.
Hace ya más de sesenta años, la CIA y
Gran Bretaña unieron fuerzas para derrocar al presidente electo de Irán,
Mohammad Mosaddegh, con el fin de impedir que nacionalizara la Anglo-Iranian
Oil Company. Una estrategia similar explica los intentos de Estados Unidos de
“cambiar los regímenes” de Venezuela y de Rusia.
Mientras la diplomacia militar de
Estados Unidos intenta que otros países dependan del petróleo (que controlan
sus grandes compañías) el estado norteamericano se ha propuesto, desde hace
mucho tiempo, la autosuficiencia energética.
En la década de 1970, la Administración
de Investigación y Desarrollo Energético (ERDA) desarrolló un desastroso plan
para promover la independencia energética de América del Norte aprovechando las
arenas alquitranadas Athabasca de Canadá.* (Yo era el economista principal del
Instituto Hudson que evaluaba los planes de ERDA, y fui separado del estudio
cuando señale los problemas que provocaría el exceso de consumo de agua).
Hoy esta claro que el subproducto de la
autosuficiencia energética provoca que el agua sea más escasa y más cara. La
fractura hidráulica contamina los recursos hídricos locales y derrocha un
inmenso flujo de agua dulce en el proceso productivo.
Pese a que nadie medianamente cuerdo
puede negar el cambio climático nada ha cambiado en la diplomacia petrolera de
los Estados Unidos .
¿Porque a Washington no le preocupa que
toda Europa se sofoque con una ola de calor sin precedentes o que las ciudades
de norteamericanas sean devastadas por la sequía, los incendios forestales y
las inundaciones?
El petróleo en la balanza de pagos de
EE.UU.
El petróleo ha sido durante mucho tiempo
uno de los principales contribuyentes al comercio de los Estados Unidos y, por
lo tanto, no solo protege la capacidad del dólar para controlar el comercio
internacional , también permite mantener la enorme cantidad de gastos militares
del Pentágono.
En 1965 llevé a cabo un estudio para el
Chase Manhattan Bank y descubrí que en términos de balanza de pagos, cada dólar
invertido en la industria petrolera se recupera en sólo 18 meses.
Veamos por qué : cuando Estados Unidos
importa petróleo desde el extranjero, esta compra se realiza solo con las
grandes petroleras estadounidenses (y sus sucursales) por motivos de «seguridad
nacional»). Sólo una pequeña proporción del precio se paga en moneda
extranjera.
Las compañías estadounidenses compran
petróleo crudo a sus sucursales a precios muy bajos, y asignan todo el pago a
sus filiales navieras, junto con los costos de envío, flete, dividendos,
intereses, cargos administrativos, inversión de capital y depreciación.
La mayor parte de lo que se cuenta como
inversión estadounidense en petróleo toma la forma de exportaciones de
maquinaria, materiales y administración, por lo que en realidad no representa
un flujo de salida de dólares. El “milagroso” efecto es obtener importaciones
de petróleo a un costo mínimo para la balanza de pagos.
Ahora, como las tecnologías de energía
solar y otras alternativas “amigables con el medio ambiente” no contribuyen a
la balanza de pagos -tanto como la industria petrolera- estas opciones han sido
menospreciadas por los estadounidenses. (El resultado es que hoy China ha
tomado el liderazgo en el desarrollo de estas tecnologías)
Desde 1974, a Arabia Saudita y a los
países árabes vecinos se les ha dicho que pueden cobrar un precio tan alto como
quieran por su petróleo. Después de todo, cuanto más alto sea el precio que
cobren, mayores serán las ganancias para los productores estadounidenses de
petróleo.
La «condición» es que deben reciclar sus
ingresos en el mercado financiero estadounidense. Estos países están obligados
a mantener sus reservas de divisas y la mayor parte de su riqueza financiera en
valores, acciones y bonos del Tesoro de Estados Unidos. Un pérdida del control
del petróleo perjudicaría este flujo circular de ganancias hacia los mercados
financieros estadounidenses que apuntalan el precios de las acciones en Wall
Street.
Las compañías petroleras de Estados
Unidos han registrado desde hace mucho tiempo la refinación y distribución del
petróleo en Panamá y Liberia. Este factor ha reforzado el poder económico de la
industria petrolera ya que estas grandes corporaciones han evitado el pago de
impuestos mediante sus «banderas de conveniencia» situadas en centros bancarios
extraterritoriales.
Hace más de cincuenta años, el tesorero
de Standard Oil of New Jersey me explicó cómo la industria petrolera pretendía
obtener sus beneficios en los paraísos fiscales que no tenían impuesto sobre la
renta: pagando un precio bajo a los países productores de petróleo y cobrando
un precio alto a las refinerías y empresas de comercialización.
Esto implica que hay muy pocas
posibilidades de evitar la evasión fiscal. De hecho, los políticos corruptos y
una oligarquía criminal mundial, son los principales beneficiarios de la
industria petrolera y minera. Por tanto, debilitar el poder de cabildeo para
impedir la evasión fiscal afectaría directamente el tremendo poder económico y
político de la industria petrolera.
La política exterior estadounidense se
basa en hacer que otros países dependan del petróleo de EE.UU.
La estrategia de Estados Unidos es hacer
que otros países dependan de una material vital como el petróleo , de esta
manera puede aplicar un torniquete económico cuando los considere conveniente.
El primer ejemplo fueron las sanciones
alimentarias impuestas en la década de 1950 a China para estimular la
resistencia a la revolución encabezado por Mao.
Si otros países producen con energía
solar, eólica o nuclear, serán independientes de la diplomacia petrolera de
Estados Unidos. Esto explica por qué la Administración Trump se retiró del
acuerdo climático de París para frenar el calentamiento global.
En realidad esta política y la
autosuficiencia energética que se ha propuesto Washington tiene un complemento
estratégico: Europa debe volverse totalmente dependiente del «Freedom Gas»
estadounidense. También no debe consentir la construcción del gasoducto Nord
Stream 2, que le permitiría obtener gas a un precio mucho más bajo desde Rusia
[2]
La administración Trump sostiene que
para evitar la dependencia de Rusia, Europa debería comprar el gas y el
petróleo a los Estados Unidos a un precio alrededor de un 30% más alto.»
Estamos protegiendo a Alemania de Rusia, sin embargo Rusia sigue recibiendo
miles de millones de dólares de Alemania», se quejó Trump a los periodistas de
la Casa Blanca durante una reunión con el presidente polaco Andrzej Duda[3].
En esta misma línea el 31 de julio de
2019, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado votó 20 a 2 a favor la
«Ley de Protección de la Seguridad Energética de Europa», patrocinada por el
republicano Ted Cruz y la demócrata de Jeanne Shaheen. Las primeras empresas en
ser sancionadas Corporaciones Suizas e Italianas.
Calentamiento global y contabilidad del PIB
Una temperatura más caliente significa
una mayor tasa de evaporación y, por lo tanto, más lluvia, tornados e
inundaciones, como estamos viendo este año. Un resultado conexo será la sequía
en la medida que los glaciares se derritan y dejan de alimentar a los ríos en
los que se han construido presas para generar energía eléctrica.
La aparente ironía es que estos efectos
del calentamiento global y el clima extremo se han convertido en un baluarte
del aumento del PIB de Estados Unidos. Los costos de limpieza de la
contaminación del aire y del agua, los gastos de reconstrucción de las
viviendas inundadas, la destrucción de las cosechas, el aumento del costo del
aire acondicionado, la propagación de insectos nocivos y el aumento de los
costos médicos pueden explicar en gran parte el crecimiento desde el año 2008.
Los neoliberales celebraron el “Fin de
la Historia” después de la disolución de la Unión Soviética en 1991,
prometiendo una era de crecimiento porque «el mercado» se convertía en el
planificador mundial. Pero, no explicaron que este crecimiento sería producto
de la industria petrolera y de otras empresas de extracción que viven de las
ganancias de corto plazo y que por lo tanto obtienen sus beneficios a costa de
hipotecar el futuro de la humanidad y del planeta tierra.
¿Qué factores debería enfatizar una
política verde?
Como bromeaba Mark Twain, «Todo el mundo
habla del tiempo, pero nadie hace nada al respecto». En el mundo político de
hoy , hacer algo sobre el calentamiento global significa enfrentarse a un
conjunto de gigantes de las finanzas que van más allá de la industria del
petróleo y del gas.
Una cosa es decir que el calentamiento
global o el cambio climático son amenazas existenciales para la civilización y
las economías actuales. Otra muy distinta es resolver el problema realmente
haciendo una reforma económica y cambiar la política de “seguridad nacional” de
los Estados Unidos.
Un programa verde no puede tener éxito
sin confrontar esta política de “seguridad” que se asienta en la supremacía
petrolera de los Estados Unidos.
Para todos los efectos prácticos la
seguridad nacional estadounidense se ha convertido en una guerra que amenaza la
seguridad de todo el mundo. Cuando amenazan con “congelar” a los países que no
siguen su política, los Estados Unidos se está achicharrando a sí mismos junto
con el resto del planeta.
Detener el calentamiento global requiere
una política fiscal que termine con los privilegios que promueven las ganancias
de la industria petrolera, incluyendo , por supuesto, las «banderas de
conveniencia» de los centros bancarios offshore que se utilizan como medio para
eludir impuestos.
Un programa verde debería incluir un
impuesto sobre la renta adquirida por la extracción de los recursos naturales (
un impuesto que los economistas clásicos defendieron a lo largo del siglo XIX).
También deberían haber cargos por las llamadas «externalidades», es decir, los
costos sociales que no cuentan en el balance general de las corporaciones. Las
empresas deberían ser responsables de reembolsar a la sociedad dichos costes.
Aplicar un impuesto sobre el uso del
petróleo elevaría el precio de la gasolina, pero no disuadirá el consumo a
corto plazo porque los conductores de automóviles y gran parte de los servicios
públicos están atrapados en las inversiones de capital que utilizan petróleo.
Una respuesta eficaz sería reducir la
rentabilidad del petróleo impidiendo la evasión fiscal y las «banderas de conveniencia»
que han creado los grupos de presión de la industria. La «contabilidad de la
industria petrolera» es muchísimo más oscura que la «contabilidad de Hollywood»
y la contabilidad inmobiliaria al estilo de Donald-Trump.
Este problema es tan grave que hoy
obtener beneficios sin pagar impuestos sobre la renta se ha generalizado tanto
que ya es una práctica mafiosa habitual que utilizan los gigantes de la
informática, de la industria y de los bienes raíces.
Pero, terminar con la evasión de
impuestos puede amenazar la “seguridad nacional” según las elites de
Washington. Según su visión al “interés nacional” le conviene atraer el capital
mundial (y criminal) a estos enclaves de “libre comercio” que sirven a la
balanza de pagos de Estados Unidos.
Las corporaciones más ricas del mundo y
los evasores de impuestos están fuertemente alineados contra una política
económica que ayudaría a reducir la huella mortal del carbono, más allá del
consumo de petróleo y gas.
Por tanto, para implementar con éxito
una política ecológica es necesario combatir una amplia gama de intereses
creados. Los empresarios citarán sin vergüenza «la ideología del libre mercado»
para justificar sus ganancias de corto plazo, sin preocuparse por el desastre
climático que están causando.
Esto último hace que la tarea sea mucho
más difícil pues pone en evidencia los límites de los programas del capitalismo
verde .
En Islandia y Alemania, los partidos
verdes son neoliberales. Sus políticas son centristas y conservadoras cuando se
trata de los bancos y al sector financiero. De hecho han apoyado una bonanza
basada en el mercado de derechos de comercio del carbono, que son comprados y
vendidos por los especuladores de Wall Street.
El problema es que estas soluciones
«basadas en el mercado» han fracasado, porque los mercados son a corto plazo y
no tienen en cuenta las «externalidades». ¿Están dispuestos los verdes a criticar
la «ideología de mercado»?
Sin enfrentar este desafío, los partidos
verdes y socialdemócratas lo que están haciendo es “acariciar el lomo de sus
votantes” para que se sientan bien , pero en realidad no harán nada para
resolver realmente el problema subyacente.
Al parecer el “Fin de la Historia”, que
se celebraba como la victoria del libre mercado sobre la Unión Soviética, se ha
convertido el “Fin de los Tiempos”… del capitalismo neoliberal. Y claro … lo
que al parecer ya no tiene discusión es que estamos viviendo una crisis
integral de la civilización occidental.
Notas:
(1) Rod Schoonover, «My Climate Report
Was Quashed», editorial del New York Times, 31 de julio de 2019, informó que la
Casa Blanca bloqueó su informe sobre los efectos adversos del cambio climático
debido a que «la base científica del análisis no se ajustaba a la posición de
la administración sobre el cambio climático».
(2) Con respecto a la Estrategia de
Seguridad Nacional (NSS) de Dominio Energético de Estados Unidos, ver Ben Aris,
«Busting Nord Stream 2 myths», Intellinews.com, 27 de agosto de 2018. El
secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, ha comparado el gas de
Estados Unidos con los soldados estadounidenses que liberaron a Europa de los
nazis. «Estados Unidos vuelve a ofrecer una forma de libertad al continente
europeo», dijo a los periodistas en Bruselas a principios de este mes. «Y más
que en la forma de jóvenes soldados americanos, es en la forma de gas natural
licuado.» Véase también y https://truthout.org/articles/freedom-gas-will-be-used-to-justify-oppression-at-home-and-abroad/
(3) «El euro cae después de que Trump
amenaza con sanciones para detener el NordStream 2 (¡otra vez!)», Zero Hedge,
12 de junio de 2019.
Michael Hudson, profesor de economía de
la Universidad de Kansas City y exanalista de Wall Street.


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