HONOR A ROBERTO DUVERGE:
POR
/Juan Gómez
“El
Permiso para portar armas lo da el pueblo, hay que ejercer la violencia
revolucionaria contra violencia reaccionaria”
Como
suponerlo muerto treinta años después si lo sentimos vivo. Más vigente que ayer
está su pensamiento y ejemplo, esos que
forjó en sus duros años entregados a la organización y formación de una conciencia para
la transformación revolucionaria y
socialista de la sociedad, con especial empeño en los sectores populares y
trabajadores.
Nuestro
país cuenta con una constelación incontable de héroes, heroínas y mártires.
Desproporcionadamente enorme, si lo comparamos con nuestra pequeña población.
Penosamente, muchos de ellos y ellas
descansan en el ostracismo del olvido, un verdadero agravio colectivo a sus
memorias que debemos rectificar.
Por
razones muy particulares, ROBERTO
DUVERGE MEJIA no es un mártir anónimo. Fijémonos, que al cumplirse 30 años
de su partida están expresándose diferentes generaciones, personas y sectores
que les conocimos y compartimos con él sus sueños y esperanzas por hacer una sociedad de bienestar, justicia, desarrollo y
de paz.
El
honor y compromiso de describir a Roberto nos obliga a intentar destacar
algunas de sus cualidades humanas extraordinariasː sencillez, humildad, honradez, laboriosidad, solidaridad. Puede
entender el lector que describo a un ser idealista, a un ciudadano humanista y
nada más. Pero NO, este gigante de moral revolucionaria y compromisos ilimitados,
entendía con mucha claridad y consecuencia, que para lograr el país y la
sociedad soñada, teníamos que transitar por una cruenta lucha de clases,
revolucionaria, necesariamente violenta contra la minoría oligárquico-burgués y
pro imperialista, que ahogaba (aun persiste)) en sangre y muerte los justos reclamos
de las mayorías nacionales.
Roberto
no era un aventurero inconsciente de las consecuencias de sus actos, ni un
pirómano que se deleitara con el fuego, encarnaba los principios marxistas de
la lucha de clases, de la naturaleza vil y explotadora del sistema capitalista,
y comprendía que para frenar tal dominio
sobre la Nación y contra los más pobres era necesario desencadenar la furia de
la lucha incontenible del pueblo contra sus opresores, anteponiéndoles a la
violencia reaccionaria la violencia revolucionaria.
Insistía
en su discurso, en que quienes debían pelear contra la reacción y sus aparatos
de coerción y represión, no debíamos ser únicamente nosotros, que había que
poner en condiciones de combate al pueblo. Indudablemente, reconocía que a
cualquier grupo minúsculo lo derrotarían, pero no podrían hacer lo mismo con el
pueblo en combate.
Veía
de manera integral la práctica revolucionaria, reconociendo la importancia de
la cultura popular como un instrumento imprescindible de trabajo, por eso su
empatía con Narcisazo en la promoción de la cultura popular.
Pateó las calles de nuestros barrios populares
en centenares de charlas, los caminos más toscos del área rural, promoviendo
las ideas socialistas y el papel protagónico del pueblo en la liberación.
Por
eso, construida una coartada o leyenda, la Policía Nacional y los cuerpos de
inteligencia lo involucran en unos hechos sobre los cuales no tenía ninguna
responsabilidad como ha quedado demostrado. Un hombre con ese discurso y esa
práctica no podía estar libre.
Roberto
es necesario hoy, para que discutamos "sobre los métodos de lucha, la
cultura popular, los bloques dominantes y dominados, sobre el carácter de las
organizaciones populares y/o sociales", contra la blandenguería y el
retroceso ideo-político que observamos, tanto hacia la izquierda como a la
derecha.
No
puede morir el Roberto a quien la
Policía le encontró un revólver en el allanamiento, y que ante la pregunta de
quién le había dado permiso para portarla, contestóː Yo no tengo que pedir permiso para portar un arma, ese permiso me lo
otorga el pueblo dominicano.
No hay comentarios.: